¡Contentos subimos, alegres bajamos!
Miles de mirandeses toman el monte de San Juan en el día grande de las fiestas
El paraje sanjuanero se convierte por un día en una ciudad en miniatura con charangas, comida y bebida en todos los rincones
9 de junio de 2014. Son las cuatro y media de la tarde y Miranda parece una ciudad fantasma. Apenas cuatro coches circulan por las calles. Algún paisano pasea al perro. En una esquina, la terraza de un bar espera a unos clientes que no llegan. Hace calor. Mucho calor. Al borde de la Ronda del Ferrocarril, los conductores de cinco autocares charlan animados entre sí. ¿Dónde está la gente? -pregunta un forastero-. De fiesta en el monte -responde uno de los conductores-. ¡Pero si es lunes! -contesta sorprendido el visitante-. Claro, es el Lunes de San Juan.
La escena es la de todos los años, pero no deja de ser sorprendente. Miranda se ha quedado hoy literalmente vacía durante buena parte del día. Todos -o casi todos- los lugareños han subido al monte para disfrutar de una fiesta que pocos se quieren perder y que muchos esperan con auténtica ansiedad durante todo el año.
Como manda la tradición, la imagen del ‘Santo Verdadero’ llegaba a La Laguna al filo de las 11 de la mañana, desde donde partía con destino a la ermita acompañada de cientos de fieles. El calor ya empezaba a apretar, y las rampas del monte se hacían más y más empinadas. Pero el fervor popular puede más. A medida que la romería se acercaba a su meta empezaba a escucharse el repicar de la campana, que anunciaba el regreso del ermitaño. Entre vítores y aplausos de los allí congregados, la imagen entraba en la explanada de la ermita.
Allí, hacía tiempo que ya estaba todo listo para misa. Bueno, casi todo. Un fallo técnico en el equipo de sonido obligaba a los sacerdotes a improvisar con un megáfono. Tampoco hacía mucha falta, al menos no más que otros años, ya que la eucaristía fue menos multitudinaria de lo habitual. Sería el calor. O la resaca del día anterior. Vaya usted a saber.
Tampoco fue tan numerosa como otros años la presencia institucional. Tan sólo el delegado de la Junta de Castilla y León, Baudilio Fernández-Mardomingo, y el concejal de fiestas del Ayuntamiento de Burgos, José Antonio Antón, se unieron en esta ocasión a las autoridades locales. Ni rastro del presidente de la Diputación o de algún representante de la Junta, fieles a este tipo de saraos.
Música, bebida y buen yantar
Los que no fallaron fueron los mirandeses. Da igual la crisis, los problemas laborales o incluso el descenso del CD Mirandés a Segunda B, y eso que ha sido un auténtico drama para la ciudad. San Juan de Monte está por encima de todo y hay que aprovechar. Desde primera hora, los fogones -sustituidos cada vez más por servicios de catering- estaban a pleno rendimiento. Las charangas iban y venían y las casetas empezaban a bullir de actividad. El kalimotxo, la cerveza y el pacharán corrían ya a sus anchas. Música, bebida y, sobre todo, buen yantar. Tres ingredientes indispensables para hacer una romería como Dios manda. Mejor dicho, como San Juan del Monte manda.