Las tres manos del linaje neandertal
Bruner (CENIEH) y Lozano (IPHES) plantean una teoría para explicar la utilización de la boca para manipular objetos en los neandertales
Un fallo de coordinación en el sistema ojo-mano impulsaría a estos antepasados a apoyarse en los dientes como “herramienta” diaria
La teoría se recoge en un estudio publicado en Journal of Anthropological Sciences, comentado por especialistas internacionales
Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), y Marina Lozano, antropóloga del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) de Tarragona, han publicado un artículo sobre arqueología cognitiva en la revista Journal of Anthropological Sciences que sugiere que la utilización de la boca para la manipulación de objetos por parte de los neandertales puede ser resultado de una limitada capacidad de integración entre cuerpo y cerebro, en particular para aquellas funciones de coordinación “visuo-espacial” asociadas a las áreas parietales.
Como evidencia el estudio de las estrías en la superficie de sus dientes, los neandertales y sus antepasados (Homo heidelbergensis) utilizaban habitualmente la boca como “herramienta” para manipular objetos. Estas mismas marcas están presentes en poblaciones modernas de cazadores-recolectores, aunque no de una forma tan frecuente. Bruner y Lozano sugieren en su trabajo que esta necesidad en los neandertales de utilizar la boca como herramienta se puede relacionar con una organización inadecuada de las áreas neurales que controlan el sistema ojo-mano, principales interfaces entre nuestro cerebro y el ambiente externo.
En este caso, se presupondría una cierta falta de coordinación entre evolución biológica y evolución cultural, que conllevaría la necesidad de buscar el apoyo de otras partes del cuerpo que no están precisamente adaptadas para la manipulación, incluso arriesgando sus principales funciones, como es el caso de los dientes, destinados a la alimentación. Los humanos modernos, Homo sapiens, que no muestran marcas de uso de los dientes tan frecuentes, presentan cambios anatómicos del cerebro que afectan a las áreas parietales, dedicadas a integración viso-espacial, es decir, implicadas en integrar el ambiente externo y interno a través del cuerpo.
La mente extendida
Y es que partiendo de la teoría de la mente extendida, que sugiere que nuestra cognición es el resultado de una integración entre cerebro y ambiente, mediada por nuestro propio cuerpo, se podría pensar que, en aquellos homínidos extintos, el sistema ojo-mano probablemente no era adecuado para permitir una interacción completa a través de estas interfaces del cuerpo y que, como solución, se arriesgaban a involucrar la boca, un elemento que sirve para otra función y es extremadamente sensible y delicado.
“Aunque en arqueología cognitiva las hipótesis son difíciles de demostrar, en este caso sí que sería posible buscar más informaciones, analizando evidencias sobre otras funciones asociadas a la integración viso-espacial en estas especies extintas”, concluye Bruner. Esta hipótesis, resultado de una integración entre datos arqueológicos, paleontológicos, neurobiológicos y cognitivos, ha recibido comentarios de especialistas como Lambros Malafouris (Universidad de Oxford), Marco Langbroek (Universidad de Ámsterdam), Thomas Wynn y Frederick Coolidge (Universidad de Colorado) y Manuel Martín-Loeches (Universidad Complutense de Madrid) que se pueden descargar gratuitamente en el sitio web de la revista.