Un trozo de Noruega en los orígenes de Castilla
La villa rachela está unida a la princesa Kristina que descansa en una tumba en el claustro de la colegiata.
Covarrubias guarda el sabor añejo de la Castilla medieval, renacentista y barroca en sus imbricadas callejas y en sus edificios
Covarrubias es una alegoría de la belleza hecha poema vivo en cada visitante que pisa sus calles, en cada persona que se acerca a la orilla del Arlanza o aquella que, de camino a otros destinos, lanza una mirada desde la altura. Y se hace agradecida en cada gesto de los racheles. Y de una manera especial en las primeras semanas de julio cuando los paladares se endulzan con el néctar de las cerezas rojas y brillantes de Covarrubias.
La sierra de las Mamblas termina al borde del río Arlanza, lugar en el que varios asentamientos visigóticos establecieron el primer poblado. El resto es historia tallada en piedra y cincelada por las aguas fértiles del río. Todo ello conforma un conjunto patrimonial único: la ex colegiata de San Cosme y San Damián, del siglo XV, el panteón del conde Fernán González, su esposa Doña Sancha y su hija Doña Urraca, reina de Castilla, León y Navarra. El Torreón defensivo de Fernán González, del siglo X; los restos de la muralla, también del siglo X; la iglesia de Santo Tomás, del XV; la Casa Palacio del obispo Peña, del XVI o el Archivo del Adelantamiento de Castilla un elegantísimo arco construido en el siglo XVI por orden del rey Felipe II. Un edificio que albergó toda la rica documentación que hoy reposa en el Archivo de Simancas, a pocos kilómetros de Valladolid.
Monte y piedra
Testigos del devenir histórico de la Villa Rachela son las milenarias sabinas albares. Son arbustos de pequeño tamaño pero que atesoran en sus ramajes perennes y frondosos, de un verde escandaloso, todos los secretos, dramas y alegrías que los racheles han vivido a lo largo de los tiempos. Alrededor de este milenario y protegido bosque los regatos juguetean con los montes desafiando las caídas libres desde los riscos hasta despeñarse en el Arlanza que los acoge y conduce hasta la inmensidad atlántica.
Su colegiata es un mausoleo regio. Allí descansan desde la princesa Kristina de Noruega hasta los restos de condes, condesas, abades y abadesas, algunos transportados desde las ruinas de San Pedro de Arlanza.
Covarrubias fue villa amurallada y aún hay vestigios de aquella fortaleza; el río quedaba fuera de su contorno. Fue el Divino Vallés, insigne médico bautizado en la pila de la colegiata, quien ordenó el derribo de la muralla para librar de la peste a los vecinos y dejar que el aire corriese por sus imbricadas callejas.
Muy cerca de Covarrubias sobreviven las ruinas del viejo monasterio de San Pedro de Arlanza, cuna del primer conde de Castilla, Fernán González allá por el siglo X.
Kristina de Noruega
Una serendipia histórica provocó que la hija del rey Haakon Haakonson de Noruega llegara a Covarrubias. Kristina nació en 1234 en Bergen. Un pacto de su padre con el rey español Alfonso X el Sabio, la obligó a abandonar el país de los fiordos en el otoño de 1257 y llegar a España para casarse en Valladolid con el infante don Felipe de Castilla, hermano del rey Alfonso. En 1258, finalmente, el rey Fernando III desposó a su hijo. Y ella murió de tristeza, añorando su país natal, poco después, muy joven, en 1262 en Sevilla y Felipe ordenó su traslado a Covarrubias, colegiata de la que fue abad antes de su boda.
Desde entonces, Kristina es un icono para los racheles y para sus paisanos que cada año la homenajean. Bergen, Tönsberg y Covarrubias son punto de inicio y partida para peregrinos noruegos que no olvidan a la más bella princesa que el reino escandinavo ha dado al mundo.
Y dice una leyenda que aquellas mujeres solteras que quieran encontrar el amor, sólo tienen que ir hasta el sepulcro de Kristina y tocar la campana que hay junto a su tumba para que la princesa les ayude a encontrarlo… y que su amor sea más dichoso que el que ella tuvo en vida.
En su recuerdo, un abedul, símbolo de Noruega, asienta sus raíces sobre la tierra de Valdetorre, un paraje cercano a la villa. Ese árbol fue el primer testigo de la construcción de la capilla de San Olav que engrandece ese espacio y que acoge cada primavera y verano multitud de actos culturales.
Racheles
A los nacidos en Covarrubias se les llama racheles. Parece ser que este apelativo, según cuenta el Cronista de la Provincia, Fray Valentín de la Cruz, procede del nombre propio Raquel, esposa de Jacob, que significa belleza. En cualquier caso, belleza es la palabra que resume el paisaje y el paisanaje de Covarrubias.
Esta Semana Santa es una buena excusa para visitar la villa y degustar los platos típicos burgaleses en sus restaurantes y mesones que guardan en su núcleo la esencia de Castilla.
Viernes Santo
Y el día en que se conmemora la muerte de Jesús, se representa la Pasión desde las 21.00 horas. Desde hace 30 años transcurre la procesión flanqueada, a ambos lados de su paso, por doce estaciones de la Pasión, estáticas, mudas y vivientes, un reclamo poderoso que atrae, año tras año, a 2.000 personas.