De la próspera villa industrial a la playa de Burgos

La localidad fue sede entre 1906 y 1953 de una gran fábrica de vidrio que modernizó la vida de los vecinos

Las obras del embalse obligaron a trasladar la fábrica a Avilés y el pantano inundó buena parte de la comarca y las instalaciones

Hoy es una pequeña localidad que vive del turismo del embalse y de una fábrica de arenas; cerca, Monte Hijedo le da toda la vida natural

De la próspera villa industrial a la playa de Burgos Imagen del embalse en su zona más ancha en Arija. BC

La cercanía del Cantábrico, la humedad del ambiente, la presencia del embalse hace diferente a Arija. Ha sido desde hace décadas un núcleo industrial y su vecindad, como la de San Vicente de Villamezán, Santa Gadea, Herbosa o Cilleruelo de Bezana vivía del sueldo de la fábrica de arenas, que primero fue Fábrica de Cristalería Española, en 1906, hasta su traslado a Avilés. Fue una de las más prósperas villas de la provincia; tanto creció que llegó a tener casi 4.000 habitantes a principios del siglo XX. Es singular también por su pasado ferroviario. La línea de los Ferrocarriles de Vía Estrecha (FEVE) Bilbao – La Robla atraviesa el pueblo y tiene su estación en la misma villa. Y a eso se une el entorno natural del Monte Hijedo, uno de los bosques atlánticos más importantes del norte peninsular, una masa mixta, de hayas y robles, pero con salpicaduras de acebo, pino, encina y tejos milenarios de gran valor ecológico.

La vida en el último siglo en Arija no se puede entender sin dos elementos fundamentales, el gran embalse del Ebro y la industria cristalera que desde 1906 hasta 1953 marcó la vida de la esta pequeña localidad del norte de la provincia.

La industria cristalera cambió radicalmente Arija

En los albores del siglo XX llegó la modernidad, la educación, el comercio, el empleo, la industria, la vida… a Arija. Allí se instalaba una industria cristalera de capital francés, actualmente de la Compañía Saint-Gobain, fundada en un lejano 1665 por privilegio real de Luis XIV especializada en la fabricación de vidrio plano.

La transformación del pueblo fue total: cambio de costumbres, riqueza, alegría… Un solo dato, curioso por otra parte, los ganaderos cambiaron su propia filosofía y cambiaron su ganado vacuno por caballar, dado que la fábrica podía sacar partido a esta producción de caballos para el transporte de las mercancías producidas en la fábrica. Y es que la vida de este pueblo está unida a la fábrica que en determinadas épocas superó los mil empleados.

Sonido de sirenas

Arsenio Brachott, escultura de Victorio Macho. BC

Arsenio Brachott, escultura de Victorio Macho. BC

Pero las sirenas de la fábrica dejaron de sonar un 31 de marzo de 1953. Ese día, la matriz puso fin a 46 años de producción de vidrio. Y es que las obras del embalse obligaron a ello, según las noticias de la época. Parte de las instalaciones y otros pueblos de la comarca, quedaban sepultados bajo sus aguas. Toda la población que dependía de la fábrica de Arija hizo las maletas y se trasladó a la próspera ciudad de Avilés, en Asturias que asumió toda la producción de la planta de Arija. A partir de entonces, la villa, pese a las obras de embalse, entró en un letargo que aún hoy dura.

Para que quedara constancia de la prosperidad de antaño, el escultor palentino Victorio Macho dejó huella en Arija para el recuerdo de parte de su historia más reciente con una doble obra escultórica que se puede contemplar en uno sus barrios. Se trata del busto de Arsenio Brachott, fundador de la fábrica instalada en el suelo burgalés y de la empresa Cristalería Española. Incluye además otra estatua más pequeña dedicada al Obrero Cristalero.

Con el cierre de la cristalera, parte de la fábrica se recompone y toma el relevo la industria extractiva con Arenas de Arija de la que es propietaria la multinacional del mineral Sibelco.

Embalse

Caserío de Arija, de la época de esplendor. BC

Caserío de Arija, de la época de esplendor. BC

El segundo de los símbolos es embalse del Ebro que ya ha cumplido los 60 años de vida. El río Ebro, apenas casi ha nacido en Fontibre, en Cantabria, a pocos kilómetros de la frontera palentina y burgalesa, entra hecho un mar en la provincia de Burgos, como si fuera un pequeño océano en el que remansar su abrupto nacimiento. En sus primeros kilómetros regatea entre pedruscos, chopos y vegetación de ribera alta.

Fontibre es la cuna natural del Ebro. Allí, la surgencia hace renacer al río porque, aunque tradicionalmente se dice que nace allí, lo cierto es que los manantiales que nacen al pie del Pico Tres Mares marcan su verdadero alumbramiento. El Tres Mares permite contemplar desde la cumbre las tres cuencas, Norte, Atlántica y Mediterránea claramente diferenciadas por las formaciones montañosas.

Al sur, Burgos y la estribaciones de Las Merindades. De hecho Burgos reúne particularidades muy concretas que ninguna otra provincia de España reúne y que sus ríos viertan a todas las cuencas es una de ellas.

Volviendo a Arija, el municipio tiene dos barrios separados por el embalse. Es en la localidad burgalesa donde más anchura alcanza, haciendo difícil divisar la orilla contraria en días nebulosos. Arija es una lengua de tierra que entra de lleno en el embalse. Y es uno de esos lugares que hay que visitar por necesidad. Las aguas del Ebro constituyen un importante humedal declarado Reserva Nacional de Aves Acuáticas.

Fue construido entre los años 1921 y 1947, aunque no fue inaugurado hasta el año 1952. Tiene una altura máxima de 34 metros, una extensión de 6.253 hectáreas y alberga 541 hectómetros cúbicos de agua,

Una placa en el mismo lugar de la pared de la presa, en Arroyo, recuerda a Manuel Lorenzo Pardo como el ingeniero de caminos que lo diseñó y un «Dios premie a los que laboran por España», propio de los tiempos de Franco, como culmen de la placa.

El Ebro tiene varias presas más de regulación del río. Dos de ellas se encuentran en las inmediaciones de Trespaderne, una en Cillaperlata y otra en Cereceda.